en elaboración… (2022-05)
ALIX EN ARLES
El Festival de Arles presenta la primera gran retrospectiva del fotógrafo leonés en Francia.
La muestra se exhibirá hasta el 16 de septiembre en la Iglesia de Sainte-Anne de Arles, uno de los lugares más importantes y destacados del festival, en el centro histórico de la ciudad. Se trata de la primera gran retrospectiva de la obra de Alberto García-Alix en Francia y forma parte de las celebraciones del décimo aniversario del Festival.
129 fotografías de la colección particular de Alberto García-Alix, entre las que se encuentran sus vintage, fotografías que le han consagrado en la escena artística internacional y que definen su particular estilo.
Las imágenes con las que se construye esta narración provienen de diferentes etapas de su vida, en un viaje de ida y vuelta entre presente y pasado: de la primera época en que retrataba su entorno más próximo con su cámara de 35mm. hasta 1986, cuando se profesionaliza y comienza una evolución compositiva que le sitúa a la vanguardia de la fotografía contemporánea.
Otros fantasean en canciones con serlo al hacerse mayores. Pero, cuando era pequeño, Alberto García-Alix (León, 1956) ya quería tener la voz de Johnny Cash. Igual de magnético que la del hombre de negro, el sonido de su voz llega desde algún lugar al fin de la noche. Y de las noches. Todo el insomnio que padeció en París durante los tres últimos años. Ese desasosiego feroz que describía Céline en 1932: «Por mucho que me diese vueltas y vueltas sobre el pequeño colchón, no llegaba a conseguir ni el más pequeño momento de sueño. Incluso masturbándose en esos casos no se siente ni consuelo, ni distracción. Entonces es la verdadera desesperación». El laberinto de maullidos sobre el que reptan, huidizos y en carne viva su obra audiovisual Tres vídeos tristes. Un tridente que se sostiene en la fotografía, el amor y la búsqueda de la identidad.
Si en aquellas imágenes secuenciales se mira a sí mismo desde el presente, en éstas –atravesadas por la compañía y la mirada en color de Xila, un álter ego- echa la vista atrás y revisita aquella vertiginosa y emocionante década que estalló entre el 76 y el 86 y, luego, vio perecer a sus hijos. Aquí son lo que eran. Sin ambages ni coartadas. Filos de navaja, cuero lustroso, ojos vidriosos y cucharillas con posos. Sangre en ebullición. Vapor.
Como los niños y los castillos de arena en la playa. ¿Conserva al niño? «Sí. Soy bastante infantil. La capacidad de seguir jugando, de seguir emocionándome con las cosas es fundamental. Para mí, todo es un juguete. La creación es un cuarto de juguetes. A veces, me pregunto si soy fotógrafo. Ante todo, pienso que soy un creador. He hecho fotos, vídeos… Saqué adelante la revista «El canto de la Tripulación», tuve un equipo de carreras de motos.»
Quizás de muy niño jugó al escondite pero ¿donde se refugia como adulto? «En la creación, en el delirio. Para ser francos, ahora mismo no me gusto demasiado. Pero el trabajo, sí. Cuando cojo una cámara, instintivamente me pongo a reflexionar, a pensar… En las imágenes de los vídeos vuelco la narración hacia el interior por primera vez. Siempre he andado por la vida sin reflexionar, siempre hacia delante pero en París en una situación muy dura empiezo esa búsqueda. Y digo: «Me asomo al vacío para no ver nada». Es así como me siento. Es curioso porque cuando releo, pasado ya un tiempo, los textos que han salido, yo mismo me sorprendo de que llegara a aquello. Pero cuando estás bien jodido, es cuando miras más dentro de tus tripas. El dolor es una gran puerta hacia nuestro interior.»
Fotografía de Alberto García-Alix (1978).
«Me preguntará por qué sigo entonces en la revolución. La revolución es el huracán, y el hombre que se entrega a ella ya no es el hombre, es la miserable hoja seca arrebatada por el vendaval».
Los de abajo, de Mariano Azuela.
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Artículo original: Alberto García Alix, el buen salvaje
El lugar donde el fotógrafo leonés expone su trabajo es uno de los más escogidos del viejo Arlés: la iglesia de Santa Ana, situada en la plaza de la República. Es el centro de la villa, junto al Ayuntamiento y justo enfrente del Palacio del Arzobispado. Escenario magnífico en el que, a buen seguro, jamás estas inmaculadas y amplias naves han acogido una muestra tan iconoclasta.
Su autorretrato en el altar
Realizados en blanco y negro y a partir de negativos de 35 milímetros, nada de digital, la mezcla de imágenes de composición y efecto trabajados, se unen con otras de realización fresca e instantánea. Presidiéndolo todo, su autorretrato colgado en el lugar del Altar Mayor.
Reflejo absoluto de su experiencia vital, las 129 fotografías reunidas en Arles, también son un detallista paseo de su manera de entender este arte. Las imágenes, bien conocidas, por los aficionados españoles, no lo son tanto por el público francés. Por ello resulta tan apetecible volver a contemplarlas, como observar el efecto que despiertan en los espectadores que nunca habían contemplado obras como Michelle, por citar un ejemplo.
Epatante y provocador, sin duda, como en la etapa que retrató la fauna de La Movida, pero intimista y sensible de igual manera, como bien muestra en algunos de los retratos de su barrio. Imágenes que han sido seleccionadas para esta exposición.
Y aquí entre sus llamativos iconos, la figura fina de García-Alix, perfil gitano colgado en el mapamundi de sus tatuajes, escudaba su voz de lija tras la querida Mamiya, abrumado por tanta felicitación.