en elaboración… (2022-05)
La única forma de aprender es coger la cámara y tirar fotos, el Espiritu Santo no va a venir un día por la noche a enseñarte.
Alberto García-Alix, Sevilla 2011
Cuando Alberto García-Alix (León, 1956) mira, no mira, observa. Ataviado con camisa y pantalón blanco presta atención, escruta, identifica, comprende. Es un depredador del espacio y la mirada. Está en su mejor momento y lo disfruta. La libertad que ahora tiene no la limita, ni siquiera, su renuncia a las cámaras digitales.
«Con las mías me encuentro muy a gusto y cuando uno está bien con las herramientas que tiene, ¿para qué cambiar?»
Sólo hay que verlo. Cuando coge la Hasselblad, siempre con dos manos, no se le puede hablar, comienza el juego. Va hacia un destino que desconoce. En ese momento es otro, es García-Alix, fotógrafo. Alberto queda relegado.
«Con la cámara me me meto en un espacio cerrado, en un encuadre. Ahí comienza una reflexión conmigo mismo y sobre mí mismo.»
No habla, no consulta, sólo pide.
«Aprender a pedir en el enfrentamiento con el otro es muy difícil: ponte aquí, ponte allí….pero es una de las bases fundamentales de la fotografía, al menos de la que yo hago».
Pero claro, no siempre se puede.
«Imagínate que tienes que retratar a Aznar, le puedes pedir que coja la revista Penthouse, y se recline en el sillón junto a la bandera de su despacho… y puede que lo hiciera, ¿Qué hombre no ha visto una Penthouse o cualquier revista porno? Pero el problema es ¿quién se lo dice?».
Y explota en una sonora carcajada que tiene algo de malévola. Pero quizá más importante aún que saber pedir es la necesidad de tener tiempo para observar.
«El principal problema de la fotografía es que tendemos a hacerlo todo muy rápido. Cuando una foto es mala, en la mayoría de los casos es porque no se ha hecho con el suficiente tiempo y tranquilidad. La fotografía es la detención del momento.»
Así que, no vayamos tan rápido. Alberto García-Alix volvía a Sevilla el pasado mes de junio para impartir un taller en Cobertura Photo. No es fácil que se preste a continuar enseñando aquello que aprendió de manera autodidacta y sin referencias. Pero, contradictoriamente, sus inicios a ciegas le sirven de resorte para que otros tengan la oportunidad de conocer, algo que él no pudo hacer.
Sus talleres son improvisados, pasionales y un repaso a su trayectoria. ¿Qué más se puede pedir? Cuando habla sobre él y su obra se mesa los cabellos, ya más blancos que negros, hace largos silencios y se interroga a sí mismo con esa voz gastada por el tabaco. Cuando coge la cámara, se levanta, se crece, asume las responsabilidad. Así va desgranando sus ideas.
En su manera de trabajar, primero elige y delimita el espacio sobre el que va a fotografíar.
“Lo primero que debemos hacer es limpiar de elementos indeseados la imagen. Si posicionados y mirando detenidamente sabemos lo que hay que limpiar, llevamos mucho ganado. Mientras limpiamos concentramos la mirada.”
Ahí comienza el juego.
“¿Porqué el fotógrafo se coloca en un sitio y no en otro? ¿Porqué? La posición de la cámara es narrativa. Cuándo estamos eligiendo la posición desde la que vamos a colocar la cámara estamos decidiendo cómo va a ver el espectador lo fotografiado. La posición de la cámara es la puerta a la intencionalidad.”
Un trabajo de decisiones contínuas.
“Lo primero que debemos hacer como fotógrafos es ver por el visor y preguntarnos si nos gusta lo que vemos. ¿Nos gusta o no nos gusta? Y si no nos gusta, nos debemos preguntar ¿porqué?. Ahí comienza el diálogo contigo mismo y con lo que tienes delante y vas a fotografiar. Cuando no hay foto es porque nosotros no la tenemos en la cabeza.”
Se trasluce en sus gestos que coger la cámara conscientemente se le hace pesado.
“Pienso, ¿para qué? ¿Qué voy a hacer? ¿Porqué lo hago y cómo quiero hacerlo?”
Y con el tiempo se hace más pesado todavía, uno está obligado a no repetirse.
“Si no me obligo a mirar, la cámara no me va a hacer la fotografía”.
Entre sus elementos indispensables para hacer fotos están la cámara, un reflector y un pequeño flash. Si le cabe en la moto también suele llevar un pequeño trípode. Si no, utiliza lo que le rodea y lo aprovecha como buen depredador. Lo utiliza todo para lograr una imagen potente, una foto mejor. Una buena fotografía es la que muestra, una mejor es la que expresa.
“Hay un diálogo interior con lo que estoy mirando. Ahí decido cómo quiero que la persona que vea la foto, la mire. Mi objetivo es procurar que el espectador observe la escena como yo quiero y que dialogue con el retratado cuando enfrenten sus miradas.”
Y para eso utiliza las herramientas del fotógrafo.
“La luz, la luz siempre es narrativa, y el rostro debe adquirir toda la fuerza posible. Donde pongo el foco y esté iluminado es donde quiero que esté el centro de la fotografía”.
Pero todo es improvisado en el espacio y en el tiempo.
“No planeo mis fotografías antes. Cuando llego al sitio y veo a la persona me dejo influir por lo que observo allí y en ella. La noche antes no puedo preparar nada porque claro ¿qué luz tendré? No lo sé. ¿Qué ropa y complementos llevará la persona? Lo desconozco. Sería una pérdida de tiempo.”
Utiliza los elementos pero para inventar su historia, para contar un cuento, para reflejar su propia narración.
“El fotógrafo es el narrador de un cuento, no tiene porqué reflejar a esa persona tal como es. Te aseguro que si miras por el visor durante 45 segundos puedes descubrir todos sus rasgos”.
Y es en las distancias cortas donde se hace más difícil este enfrentamiento, este mirar como un cíclope.
“En el primer plano no hay escapatoria”.
Ahora tiene una obsesión que le hace sufrir con la cámara: no repetirse. Lucha contra ello con el esfuerzo y el peso de hacerle caso a su vieja Hasselblad. García-Alix, después de cumplir su misión deja que Alberto se mese los cabellos blancos, se lie un nuevo cigarrillo y se disperse. Eso será hasta que desenvaine de nuevo la Hasselblad y el cíclope tome el mando.
3 días con el maestro
Esta crónica se ha realizado durante el taller que Alberto García-Alix ofreció en Cobertura Photo, un estudio fotográfico de Sevilla que tiene una amplia y muy interesante oferta de formación para fotógrafos. Tres días muy intensos en los que hemos compartido amante con el maestro, 16 personas con las mismas inquietudes. El texto superior son algunas de las ideas que García-Alix nos mostró. Son pensamientos cogidos al vuelo mientras hablaba y que yo he enlzado a modo de texto para hacer más agradable su lectura.
Para los más curiosos, dejo algunos detalles técnicos. Durante los días de curso, García-Alix utilizó su Hasselblad y una Leica M7 negra de la que no habla nada bien. Entre sus objetivos para la Hasselblad están el 135mm con un duplicador para conseguir una distancia focal de aproximadamente un 300 mm, y para la Leica utiliza un 35mm.
Siempre trabaja en analógico y no conoce las cámaras digitales. Doy fe. Cogió la mía y no sabía ni cómo enfocar.
Normalmente positiva en un laboratorio de Hamburgo de absoluta confianza. De vez en cuando saca alguna copia en su propio laboratorio, instalado en su casa de Madrid.
Cree que acostumbrarse a arreglar elementos de la foto en el laboratorio o Photoshop es un mal vicio, nada recomendable.